Tal vez nos compliquemos demasiado las cosas. Lo mismo la felicidad depende de menos factores de los que pensamos. Expertos de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) analizaron los factores de los que dependía la felicidad y llegaron a esta conclusión: estas son las 3 claves de la felicidad de tu hijo, según un estudio científico.
Cuáles son las 3 claves de la felicidad de tu hijo según expertos de la Universidad de Minnesota
Las claves de la felicidad
Puede que la felicidad no esté demasiado lejos. Tal vez esté, de hecho, dentro de nosotros. Eso dicen muchos libros de autoayuda, ¿no? Sin embargo, un reciente estudio de expertos de Minnesota, establece las tres claves de la felicidad de tu hijo, tres condicionantes sobre los que puedes (o no puedes) trabajar. Son estos:
1. El 48% de la felicidad está relacionada con la genética. Sí, aquí viene la parte negativa. Si la genética le brinda a nuestro hijo una mentalidad y actitud positiva ante la vida, no hay de qué preocuparse. Pero también puede heredar la parte más negativa. Si una persona tiene tendencia a las depresiones, su hijo podría heredarlo. Si tiene tendencia a los pensamientos negativos o a la baja autoestima, también.
2. Un 40% de la felicidad tiene que ver con las experiencias vividas. Y aquí sí podemos hacer algo por mejorar la felicidad de nuestros hijo. Las vacaciones, el juego con los hijos, las metas alcanzadas, acompañarle al cine, viajar... Todas estas experiencias se graban en la memoria de nuestro hijo, y aunque no lo creas, formarán parte de su felicidad (o infelicidad si las experiencias son negativas).
3. El 12% restante tiene que ver con... ¡los valores! Sí, los valores relacionados con la familia, el trabajo, las habilidades sociales y la fe están íntimamente ligadas a la felicidad, al menos, en una parte. Y este porcentaje sí es más moldeable por los padres.
Como ves, la mayor parte de la felicidad de nuestro hijo no está en nuestras manos, sino que le viene dado a través de la genética. Al menos es lo que defienden estos psicólogos en su estudio, elaborado a partir de la observación de 1300 gemelos. Algunos eran gemelos idénticos y otros, mellizos. La felicidad en los gemelos genéticamente idénticos era la misma, muy similar, mientras que los hermanos mellizos presentaban niveles de felicidad muy diferentes entre sí.
Después de analizar los resultados, los investigadores llegaron a la conclusión de que todos nacemos con una predisposición a ser más o menos felices. La genética nos otorga una serie de baremos, como puede ser la altura, por ejemplo. Pero los condicionantes externos podrán conseguir que desarrollemos el potencial al máximo o no. Y esos factores externos tienen que ver con las experiencias vividas (si son o no traumáticas) y los valores que sienten los cimientos de nuestra personalidad adulta.
El Dr. Lykken, responsable de este estudio, sugiere que para desarrollar la felicidad al máximo, debemos regalarnos pequeños placeres, ya que la felicidad se construye de pequeños momentos que quedan grabados en nuestro recuerdo.
La teoría de estos expertos sin embargo puede llegar a ser bastante discutible. Sobre todo porque, aunque tengamos cierta predisposición a ser de una forma u otra por vía genética, la personalidad infantil no deja de ser moldeable durante la infancia y en parte, toda la vida.
Me decanto más bien, por creer que son las experiencias, los valores y la actitud ante la vida la que puede hacer crecer la felicidad. De hecho, en contra de esta teoría, expertos de Harvard nos dieron siete puntos para mejorar nuestra felicidad. La felicidad, según ellos, está en nuestra mente, en nuestra capacidad para agradecer, en hacer ejercicio, cuidar a los amigos, simplificar los problemas, meditar, permitirse fallar sin remordimientos y mantenerse fiel a sus ideas.