La presión arterial es aquella que ejerce el corazón sobre las arterias para que lleven la sangre a las diferentes partes del cuerpo. Si es circuito arterial es flexible y sus paredes se dilatan y contraen con normalidad, la sangre circula sin problemas. Sin embargo cuando se reducen y se estrechan, el corazón tiene que bombear con más fuerza dando lugar a lo que llamamos hipertensión. Y conviene controlarla porque, de lo contrario, puede producir lesiones en las arterias y en los órganos que irrigan.
-El sistema circulatorio
Ante el aumento de la tensión, la arteria ‘’engorda’’ sus paredes. Entonces el espacio interior se estrecha pudiendo llegar a obstruirse por completo.
-El corazón
Lo anterior puede provocar una insuficiencia cardiaca, una angina de pecho o, como consecuencia de la obstrucción de la arteria coronaria, un infarto agudo de miocardio.
-El cerebro
Si se endurecen las arterias pierden flexibilidad y envejecen antes, con el riesgo de que se rompa alguna de ellas, provocando una hemorragia cerebral.
-Riesgo de demencia
Además de lo explicado respecto al cerebro, se sabe que la hipertensión puede afectar también a la sustancia blanca del cerebro, originando una demencia precoz.
-Los riñones
La presión arterial elevada les obliga trabajar más duro para poder filtrar la sangre. Y eso ocasiona un daño en sus vasos sanguíneos que puede acabar en una insuficiencia renal.
-Los ojos
Finalmente, si la hipertensión no se controla, los vasos de la retina se estrechan dando lugar a hemorragias en el ojo, retinopatías e incluso ceguera.